viernes, 12 de septiembre de 2008

APOSTOLITIS AGUDA

3 comentarios:
chuy olivares dijo...
¡Estoy cansado!

¡Me cansé! Entiendo que el mundo evangélico no admite que un pastor confiese su cansancio. Conozco muchos pasajes de la Biblia que prometen restaurar a los inválidos. Comprendo que el profeta Isaías enseña que Dios restaura las fuerzas de aquel que ha perdido el vigor. También se que Jesús da alivio a los cansados. Por eso, ya me preparo para las censuras de aquellos que van a escandalizarse con mi confesión y considerarán que soy un derrotista. Sin embargo, no puedo disimular: me encuentro exhausto.
No, no me cansé de Dios o de mi vocación. Continúo entusiasmado con lo que hago; amo a Dios, como también amo a mi familia y a mis amigos. Permanezco esperanzado. Mi agotamiento tiene otras fuentes.
Me cansa el discurso repetitivo y absurdo de aquellos que mercadean con la Palabra de Dios. Ya no aguanto más que se tomen versículos sacados del Antiguo Testamento, que se aplicaban a Israel, para vender ilusiones a quienes llenan las iglesias buscando alivio. Esa posibilidad mágica de revertir una realidad cruel me destruye, porque sé que es pura propaganda engañosa. Me cansé de los programas radiales donde los pastores no anuncian más los verdaderos contenidos del evangelio; de la llamada T.V. “Cristiana”, que vende los milagros por 70 dls. Al mes, y porque gastan el tiempo alardeando las virtudes de sus propias instituciones. Causa hastío saber de las infinitas campañas y reuniones de oración, todas con el propósito exclusivo de abarrotar sus templos. Considero a los amuletos evangélicos cosas horribles. Me cansé de tener que estar explicando la abismal diferencia que existe entre la verdadera fe bíblica y las creencias populares supersticiosas.
No aguanto más cultos para atar demonios o para quebrar las maldiciones que están sobre Mexico y sobre el mundo.
Me cansa la aburrida repetición de las teologías sin base biblica. Estoy cansado de oir “No juzgueís, para que no seaís juzgados”, estoy cansado de que los predicadores les pongan bozal a las ovejas y que les digan “No toqueís al Ungido de Jehová”

Me cansan los estereotipos pentecostales. Que doloroso es observarlos: sin una nueva visitación del Espíritu Santo, buscan crear ambientes espirituales con gritos y manifestaciones emocionales. No hay nada más desolador que un culto pentecostal con una coreografía cuidadosa, pero sin vitalidad espiritual el ruido los gritos y el desorden no son espiritualidad. Me cansé, incluso, de los chistes contados por los propios pentecostales sobre los dones espirituales.
Me cansé de escuchar historias sobre evangelistas extranjeros que vienen a soplar sobre las multitudes. Me dejan desanimado porque sé que provocan a las personas a “caer bajo el poder el Dios” para sacar fotografías o grabar el acontecimiento y después hacer fortunas en sus países de origen.
Me cansan las preguntas que me hacen sobre la conducta cristiana y el legalismo. Recibo todos los días varios mensajes electrónicos de personas que me preguntan si pueden beber vino, usar piercing, hacerse tatuajes , danzar, caer en “El espíritu”,”reírse santamente” recibir tratamiento con acupuntura, etc. La lista es enorme y parece inacabable. Me cansa esa mentalidad pequeña, que no sale de las insignificancias, que no concibe un ejercicio espiritual más noble; que no piensan en los grandes temas. Me cansa la gente que necesita bozales, que no sabe ser libre y no logra caminar con principios. Considero intolerable convivir con aquellos que se conforman a una existencia bajo el dominio de la ley y no del amor.
Me cansan los libros de escritores norteamericanos evangélicos traducidos al español . No tanto por las traducciones mal realizadas, tampoco por los ejemplos tomados del golf o del béisbol, que nada tienen que ver con nuestra realidad. Me cansan los paquetes prefabricados y el pragmatismo. Ya no aguanto más libros con diez leyes o veintiún pasos para cualquier cosa, ¿ Super cristianos en 40 días?, todos estos best sellers solo han venido a mostrar la verdadera condición de la iglesia…….ANOREXIA ESPIRITUAL!!!!!!!! No logro entender como una iglesia necesita copiar los ejemplos del Norte, donde la abundancia es tanta que los profetas NO denuncian el pecado de la complacencia entre los creyentes. Me cansé de tener que opinar si estoy de acuerdo o no con un nuevo modelo de iglecrecimiento copiado de la mercadotecnia secular y que está siendo adoptado EN EL MUNDO ENTERO.
Me cansa la falta de belleza artística de los evangélicos. Hace poco tiempo fui a ver un show de música evangélica, sólo para salir de allí devastado. La música era mediocre, la poesía ordinaria, y lo peor, se percibía el interés comercial tras el evento. Me cansa tener que explicar que no todos los pastores son ambiciosos y que las iglesias no existen para enriquecer a su liderazgo. Tengo que demostrar que nuestra iglesia no tiene ninguna deuda impaga, que no es rica y que vivimos con un presupuesto ajustado. No existe nada más extenuante que ser obligado a demostrar, a familiares y amigos no evangélicos, que aquel último escándalo del periódico no representa a la gran mayoría de los pastores que viven dignamente.
Me cansan las vanidades religiosas. Es agobiante observar a los líderes que adoran cargos, posiciones y títulos , EL LIDERAZGO ESTÁ ENFERMO DE “APOSTOLITIS”AGUDA. Desprecio los acuerdos políticos que arreglan las elecciones para los altos puestos denominacionales. Me cansé de las vanidades académicas, con las maestrías y los doctorados que solo enriquecen los currículos y generan una tonta soberbia. No soporto escuchar que otro más se autoproclamó “PROFETA”Y“ APOSTOL”
Sé que estoy cansado, sin embargo, no permitiré que mi cansancio me vuelva indiferente. Decidí luchar para no atrofiar mi corazón.
Por eso, elijo no participar de una máquina religiosa que fabrica íconos. No me pelearé por los primeros lugares en las fiestas solemnes patrocinadas por gente importante. Jamás ofreceré mi nombre para componer la lista de oradores de cualquier conferencia DONDE SE COBRE LA ENTRADA. Renuncio a querer adornar mi nombre con títulos de cualquier especie. No deseo ganar aplausos de auditorios famosos.
Buscaré la convivencia de OTROS GRUPOS CRISTIANOS QUE NO TENGAN ESPIRITU DE PLATAFORMA!!!!!, preferiré comer con los amigos más queridos. Mi refugio será al lado de personas simples, pues quiero aprender a valorar los momentos sencillos de la vida. Deseo meditar otras veces delante de la puesta del sol para, en silencio, agradecer a Dios por su fidelidad. Quiero volver a orar en lo secreto de mi cuarto y a leer las Escrituras como una carta de amor de mi Padre.
Es posible que otros se encuentren tan cansados como yo. Si ese es tu caso, te invito a cambiar de agenda; romper con las estructuras religiosas que absorben las energías; volver al primer amor. Jesús afirmó que de nada sirve ganar el mundo entero y perder el alma. Todavía hay tiempo de salvar la nuestra.

Nota : escrito adaptado de un comentario del pastor brasileño Ricardo G.
gondimenespañolblogspot.com
Pastor Chuy Olivares- Casa de Oracion, Guadalajara,Mexico


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NO QUIERO SER APOSTOL

por Ricardo Gondim

La filosofía ministerial que ha surgido de la ambición por el poder y de la fascinación por los títulos, como el de apóstol, ha provocado una estampida en las iglesias para ver quién es mayor y quién está a la vanguardia de la revelación. A luz de la teología del verdadero apostolado, el autor rescata el valor del ministerio pastoral.

¡Ya lo tengo decidido! ¡Yo no quiero ser apóstol! Lo poco que conozco sobre mí mismo me lleva a reconocer, sin falsa humildad, que no tengo las condiciones espirituales para ser uno de ellos. Además, no quiero que mi ambición por cuestiones de éxito y de prestigio -lo cual es pecado- se transforme en motivo de burla.

El apostolado se encuentra entre los cinco ministerios que Pablo describe en Efesios 4.11. No se puede negar que los apóstoles fueron establecidos, en primer lugar por Dios, antes que los profetas, maestros, operadores de milagros y sanidades, los que socorren, los que presiden y aquellos que hablan variedad de lenguas. Pero yo me conformo con mi sencilla función de pastor, pues no todos son apóstoles, no todos son profetas, y no todos son maestros o sanadores, según lo que declara 1 Corintios 12.29. Parece no haber falta de mérito en el hecho de ser un simple obrero.

Mis escasos conocimientos de griego no me permiten grandes aventuras lexicales. Pero cualquier diccionario teológico nos ayuda a entender el sentido neotestamentario de los términos "apóstol" o "apostolado". Según la Enciclopedia histórico-teológica de la Iglesia Cristiana, el uso bíblico del término "apóstol" está casi enteramente limitado al Nuevo Testamento. Ocurre setenta y nueve veces en sus páginas: diez en los evangelios, veintiocho en Hechos, treinta y ocho en las epístolas y tres en Apocalipsis. Nuestra palabra española es una transliteración de la palabra griega "apostólos", que se deriva de apostellein, enviar.

Aunque en el Nuevo Testamento se usan otras palabras que indican despachar, enviar, mandar a otro lugar, la palabra apostellein pone énfasis en el elemento de comisión (encargo). Es decir, descansa sobre la autoridad de quien envía y la responsabilidad que se le ha dado al enviado. Si nos limitamos rigurosamente al término, se podría decir que un apóstol es alguien que es enviado con una misión específica, en la cual actúa con plena autoridad de quien lo envía y deberá rendirle cuentas a esa persona.

En Hebreos 3.1, Cristo es llamado apóstol. Él hablaba los oráculos de Dios. Los doce discípulos más cercanos a Jesús también recibieron ese título. Aparentemente el número de apóstoles era fijo, pues existía un paralelismo con las doce tribus de Israel. Jesús se refiere únicamente a doce tronos en la era venidera (Mt 19.28; Ap 21.14). Después de la traición de Judas, y para que se cumpliese la profecía, la iglesia se sintió obligada, en Hechos 1, a preservar el número. A pesar de esto, no tenemos conocimiento, al menos al estudiar la historia de la iglesia, de otros esfuerzos hechos para seleccionar nuevos apóstoles como sucesores de los que morían (Hch 12.2). Con el pasar del tiempo ya no se podían cumplir las exigencias para que alguien fuese calificado como apóstol, si usamos el criterio del texto de Hechos: "Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado junto con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho con nosotros testigo de su resurrección" (Hch 1.21 y 22). Por esta razón, algunos de los mejores exegetas del Nuevo Testamento concuerdan en que las listas ministeriales de 1 Corintios 12 y Efesios 4 se refieren exclusivamente a los primeros apóstoles y no a nuevos apóstoles.

Pero, ¿qué del apostolado de Pablo? La excepción confirma la regla. En la defensa de su apostolado, en 1 Corintios 15.9, él afirma que fue testigo de la resurrección (vio al Señor en el camino a Damasco), pero reconoce que era un abortivo (nacido fuera de tiempo): "Yo soy el más pequeño de los apóstoles, y no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios." (1 Co 15.9). El testimonio de más de 2.000 años de historia es que los apóstoles fueron solamente aquellos doce hombres que anduvieron con Jesús y fueron comisionados por él para que se convirtiesen en columnas de la Iglesia, la comunidad espiritual de Dios.

Lo que preocupa en relación con estos apóstoles posmodernos es algo aún más grave. Es un elemento que está ligado con nuestra misma naturaleza, que ambiciona el poder, que está fascinado con los títulos y que hace de esto una filosofía ministerial. Ha provocado una estampida en las iglesias para ver quién es mayor, quién está a la vanguardia de la revelación del Espíritu Santo y quién posee la unción más eficaz. Tanto es el afán por el título de "apóstol" que son los líderes de ministerios de gran visibilidad quienes consiguen movilizar multitudes que corren tras ellos. Poseen un perfil tremendamente carismático, saben lidiar con las masas y, desafortunadamente, poseen abundantes bienes materiales.

No quiero ser un apóstol, porque no deseo estar en la vanguardia de la revelación. Deseo ser fiel a la corriente principal del cristianismo histórico. No quiero una nueva revelación que haya pasado inadvertida para Pablo, Pedro, Santiago o Judas. No quiero ser apóstol, porque no me quiero alejar de los pastores sencillos, de los misioneros sin glamour, de las mujeres que oran por nosotros en círculos de oración, ni de los santos hombres que me precedieron, que no conocieron las tentaciones de los mega eventos, del "culto-espectáculo" o de la vanagloria de la fama. No quiero ser apóstol, porque no creo que necesitemos de títulos académicos para hacer la obra de Dios, especialmente cuando estos nos confieren estatus. Por el contrario, estoy dispuesto incluso a renunciar a ser llamado "pastor" si esto representa una graduación y no una vocación al servicio.

No menosprecio a las personas. Más bien mi preocupación delata un profundo pesar al percibir que en el ambiente evangélico se conspira para que los hombres de Dios se sientan tan atraídos por ostentar títulos, cargos o posiciones. Embriagados por la exuberancia de sus propias palabras, creyentes que son especiales aceptan los aplausos que vienen de los hombres y dejan de lado el espíritu que caracterizó el ministerio de Jesús de Nazaret.

Jesús nos enseñó a no codiciar los títulos y también a no aceptar las lisonjas de los hombres. Cuando un joven rico lo saludó con un "Maestro bueno", él rechazó la interpelación preguntando: "¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino solo Dios" (Mr 10.17-18). La madre de Santiago y de Juan pidió un lugar especial para sus hijos. Jesús aprovechó el malestar causado por esto para enseñar: "Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre, que no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por todos." (Mt 20.25-28)

Los pastores se están olvidando de lo principal. No hemos sido llamados para tener ministerios exitosos, sino más bien para continuar el ministerio de Jesús, quien fue amigo de los pobres y se identificó con los dolores de las viudas y los huérfanos. Ser pastor no significa acumular conquistas académicas; no es codearse con políticos poderosos ni ser gerente de una gran empresa religiosa ni pretender las altas esferas de las jerarquías religiosas. Pastorear es conocer y vivir la intimidad de Dios en integridad. Pastorear es caminar al lado de la familia que acaba de enterrar un hijo prematuro, la cual necesita que se le consuele por medio del Espíritu Santo. Pastorear es ser fiel a todo el consejo de Dios: enseñar al pueblo a meditar en la Palabra de Dios. Ser pastor es amar a los perdidos con el mismo amor con que Dios nos ama.

Pastores: ¡no quieran ser apóstoles! Más bien busquen ser piadosos por medio de la oración. No ambicionen tener mega iglesias; más bien traten de ser hallados como dispensadores fieles de los misterios de Dios. No se encandilen con el brillo de este mundo; más bien busquen servir. No construyan sus ministerios sobre el afán por descubrir siempre algo nuevo; más bien busquen manejar con eficacia la Palabra de verdad, aquella misma que Timoteo recibió de Pablo y que debía trasmitir a hombres fieles e idóneos, los cuales a su vez, instruyeran también a otros. Pastores, no permitan que sus cultos se transformen en shows. No alimenten la naturaleza pecaminosa y terrena de las personas; prediquen el mensaje de la cruz.

Agustín de Hipona dijo: "El orgullo transforma a ángeles en demonios". Si queremos parecernos a Jesús sigamos el consejo de Pablo a los Filipenses: "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz." (Fil. 2.5-8)

El autor es pastor de la Asamblea de Dios Betesda, en Sao Paulo, Brasil, y es autor de varios libros entre ellos, el titulado Orgullo de ser evangélico - por qué continuar en la iglesia. Tomado de la revista Ultimato, edición marzo-abril de 2002. Usado con permiso. Traducido para Apuntes Pastorales por Pancho Martell. Apuntes Pastorales,Volumen XXI - Número 2.

1 comentario:

Seminario Teológico LOGOS dijo...

Terrible la manera cómo se extiende tanta bobería alimentada de soberbia y ansias de reconocimiento,,,y dinero, no olvidemos que es la raíz de todos los males. Sigo tus blogs y son muy interesantes, lastima no tengan más alcance. Te apunto otro que también va por la misma línea:http://laburradebalaan.blogspot.com.es/search/label/Bibliomancia